Este es un maridaje aturdidor, tal es el nivel de belleza tranquila, sensibilidad y sabiduría que nos regalan estos dos compañeros de viaje. Se antoja difícil describir con palabras esta especie de magia que emana de este libro y este vino.
Nos fascina la capacidad narrativa de ambos, capaces de contar una misma historia con distintas voces, diferentes perspectivas de un todo, con sus entresijos, sus diferencias, sus connotaciones. Uno habla a través de humanos, animales, setas, lluvia. El otro utiliza el lenguaje de loas aromas para expresarse mediante fruta, levadura, flores, tostados.
Pero a pesar de su expresividad, ninguni presenta un discurso desbocado. Todo su lenguaje emana de la experiencia, de la reflexión y de un pasado que siempre está presente en forma de nostalgia. Algunos personajes del libro han tenido centenares de años para construir su visión, el cava ha reflexionado en rima durante 44 meses y en botella sigue serenando su expresión, para alzar la voz lenta pero firmemente tras el descorche.
En definitiva, dos ejemplos de que el diálogo entre naturaleza y humanidad puede derivar en tesoros atemporales, dos referencias para entender que si la relación entre el mundo natural y nuestro modo de vida fuera colaborativa y no competitiva, la Tierra sería un lugar mejor en el que vivir.